Casa de las Bóvedas

Volvemos a la frontera septentrional de la provincia de Córdoba, esta vez un poco mas al oeste -como diría el viejo profesor Tornasol- para buscar -y encontrar- la inquietante y olvidada "Casa de las Bóvedas"; inquietante por su desconocido pasado: existe la hipótesis de que fue mansión de recreo de los señores de Santa Eufemia a finales del siglo XV, y olvidada por el lugar donde se halla, alejada del mundanal ruido, aunque quizá ese olvido haya sido lo que la haya preservado de una destrucción casi segura.

Nuestra "Casa de las bóvedas" está situada al norte de la provincia de Córdoba, en el término municpal de El Viso, a unos 5 kms. al sureste de la entrada del río Zújar al embalse de la Serena, en el "pico" que hace coincidir los límites de Andalucía, Castilla la Mancha y Extremadura. Para llegar a ella salimos en coche de Belalcázar por la A-422 dirección norte (hacia Cabeza del Buey), pasados unos 4 kms tomamos el desvío a la derecha por la CO-9403 hacia la estación de Belalcázar. Son unos 17 kms. por una carretera de firme bastante irregular y alguna curva peligrosa que al principio discurre por unas tierras baldías y pizarrosas pero que a poco que alcanzamos el curso del río Guadamatilla -interesante ver los restos del puente volado en la Guerra Civil- se va tornando más fértil y agradable con unas preciosas vistas en paralelo al río. A los 10 kms. llegamos a la desembocadura del Guadamatilla en el Zújar, en un paisaje ya arrebatadoramente bello, primero divisando en lo alto de un cerro el maravilloso castillo de Madroñiz, y algo más adelante el Zújar surcando un paisaje de jara y eucalipto. Llegamos a la estación de Belalcázar, hoy abandonada, de la línea férrea aún en uso Madrid-Ciudad Real-Badajoz y nos quedamos impresionados de la absoluta soledad del lugar que confiere una misteriosa e inquietante belleza al paisaje.


(izquierda: cola del Embalse de la Serena junto a la vía férrea)



(derecha: Castillo de Madroñiz)





La carretera CO-9403 termina mientras divisamos el Zújar ya confundido en una cola del embalse de la Serena con un puente cortado que se dirigía a la localidad pacense de Peñalsordo, momento en el que se bifurca y tomamos la opción de la derecha, la carretera CO-8407 en dirección a Santa Eufemia, totalmente abandonada y en un estado absolutamente lamentable ¡¡¡auténticos agujeros en la carretera!!! que ni ya es carretera asfaltada ni camino... Aparcamos el coche.

Andamos unos tres kilómetros y medio por la CO-8407, y salvando un riachuelo por un puentecillo -aún persiste el letrero indicador que nos hace saber que se trata del Río Collado-, pasamos las señales que nos indican que pasamos sobre un oleoducto, y a unos 100 metros tomamos a la izquierda el camino llamado de la Plata, que asciende ligeramente dejando a la derecha unas grandes rocas. Son dos kilómetros en los que a la izquierda dejamos una valla tras la que pastan vacas ¿¿¿bravas??? Procurando no llamar su atención llegamos a un cortijillo abandonado, y sorteando la valla que lo linda tomamos a la derecha el camino llamado de Zarza, que presumiblemente fue calzada romana por las piedras que jalonan el piso y los laterales.

Seguimos ascendiendo ligeramente por el Camino de Zarza y a poco más de un kilómetro, apreciando restos de pequeñas construcciones -que suponemos daban servicio a la casa- cuando el camino vira casi en 180º a la derecha, aparece casi por sorpresa a nuestra izquierda - a unos cien metros- la tremenda mole de la Casa de las Bóvedas.

Admirados por su tamaño, y eufóricos por llegar a nuestro destino nos acercamos a ella y comprobamos que su aunque el piso superior esté prácticamente derruido por el tiempo, el piso bajo parece que se conserva relativamente bien. De forma rectangular, nos sorprenden en la cara sur cuatro salientes graníticos que suponemos serían apoyo para un porche o terraza.

Accedemos a su interior por una puerta con arco de herradura y sentimos que hasta hace poco debe haber servido como refugio de pastores o como cuadra, y nos sorprenden llamativamente las bóvedas, perfectamente conservadas, de ahí su nombre.... Rodeamos la casa -por su lado este más destruido- y nos sentamos a contemplarla... Nos sorprendemos de cómo ha llegado hasta nuestros días, nos lamentamos temiendo que el olvido que la ha conservado sea el que la pueda destruir, perdida y olvidada en este lugar del mundo, e imaginamos como sería la vida de los Señores de Santa Eufemia, los Mejía, en el descanso de esta casa, cuando eran dueños y señores de estos lugares y más allá.

Miramos hacia el oeste y a lo lejos divisamos la cola del embalse de la Serena, volvemos la vista, una última mirada a la Casa, e iniciamos el descenso sobre nuestros pasos.

Debo la experiencia de este relato a la tenacidad y persistencia senderista de mi suegro, cuñado y mujer.

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